Dan Glickman, ExSecretario de Agricultura de Estados Unidos /Brink News
2018 ha sido un año difícil en la agricultura. El calor, la sequía, los incendios forestales y las malas cosechas de trigo en Rusia, China y Ucrania redujeron las exportaciones y las reservas en esos países, y contribuyeron a la subida de los precios. En países como Egipto, que importa más trigo que cualquier otro país, los precios del pan se dispararon. Las tensiones se desbordaron en el Medio Oriente cuando la gente agregó hambre a su larga lista de agravios.
El cambio climático no causó la Primavera Árabe, pero aceleró su llegada. La lección que muchos tomaron de este período es el papel de la seguridad alimentaria en la seguridad nacional. Lo que muchos han olvidado es el papel del cambio climático en la seguridad alimentaria.
Las barreras al comercio nos dejan vulnerables a la inseguridad alimentaria
Disfrutamos niveles récord de comercio, y nunca lo hemos necesitado más. A medida que el cambio climático continúa alterando la producción de alimentos, debemos fomentar un mayor comercio para absorber los choques inevitables que vendrán con más y mayor frecuencia en las próximas décadas.
Erigir barreras al comercio, algo que al parecer muchos en el mundo tienen intención de hacer, nos dejaría más vulnerables a la inseguridad alimentaria y, con ello, a la inestabilidad política y económica, y al desplazamiento de la población.
Es indiscutible que el clima está cambiando. Podemos ver indicios reveladores en la producción de cestas de pan globales como en Brasil, Australia, India, China y el sudeste asiático. Ya sea que aceptemos o no la necesidad de mitigar el cambio climático, todos deberíamos estar de acuerdo en que la adaptación es fundamental.
¿Cómo avanzamos?
Primero, debemos reconocer que algunos países tienen ventajas agrícolas comparativas que no solo benefician a su gente, sino también a la ventaja del planeta. Necesitamos producir alimentos donde podamos, con el menor impacto posible, y luego enviarlos a donde se necesiten. Necesitamos comercio para llenar las lagunas en un sistema alimentario global donde la producción será cada vez más variable y donde es probable que las brechas crezcan con el tiempo.
Segundo, necesitamos seguir innovando.
Estados Unidos continúa siendo líder en alimentación y agricultura, pero no hay garantías de que conserven esta posición. Pero ese no es el problema. En un mundo de creciente variabilidad climática, es necesario que Brasil, China, India y otras potencias agrícolas hagan más. Esto no se trata de competencia. Se trata de enfoques precompetitivos para la seguridad alimentaria en mercados de alto crecimiento en África y Asia.
Agricultura de transición
A medida que aumentan las temperaturas promedio, los cultivos migran hacia los polos. El algodón está creciendo donde la soja era dominante, con Kansas doblando la producción de algodón de 2015 a 2016. El maíz y la soja estadounidenses persiguen el trigo hacia la frontera con Canadá, y las plagas también están migrando, creando nuevos riesgos para los productores.
Necesitamos responder a estas tendencias más rápidamente. Los productores necesitan plataformas que les permitan comparar notas sobre qué funciona y qué no, qué viene y qué tan rápido. Dichas plataformas no son solo gastos, sino inversiones que generan productividad, ingresos de los productores, seguridad alimentaria, crecimiento económico y estabilidad global.
Necesitamos aprovechar la tecnología de la información por la que Estados Unidos es conocido, y garantizar que los productores puedan usarla para aprender más rápido. A medida que el cambio climático nos reta a producir alimentos en condiciones más variables, necesitamos más innovación.
La OMC necesita ser un agente en el cambio climático
En tercer lugar, necesitamos estándares globales más consistentes y uniformes en alimentos seguros y sostenibles. Las normas alimentarias y los marcos regulatorios en los países emergentes son inconsistentes, y el estado de derecho en algunos países, o la falta de ellos, crea incertidumbre y permite que la producción ilegal socave a los productores que cultivan alimentos de manera sostenible y legal.
Los acuerdos comerciales multilaterales pueden ayudar a enfrentar estos desafíos y establecer un campo de juego equitativo para los actores responsables.
Los acuerdos comerciales internacionales deben anticipar el cambio climático y fomentar una mayor resiliencia. Estos acuerdos deberían permitir el movimiento de alimentos a corto plazo sin trabas para llenar las lagunas creadas por la variabilidad climática y del rendimiento, y deberían incluir controles sobre las restricciones a la exportación. La Organización Mundial del Comercio, específicamente, debe incorporar la adaptación al cambio climático y la resiliencia en su programa de trabajo sobre seguridad alimentaria.
Uso inteligente de subsidios agrícolas
Como los mayores financistas de la producción mundial de alimentos –gastando más de USD$560 mil millones al año- los gobiernos deberían cambiar los subsidios y los programas de apoyo para ayudar a los productores a adaptarse, utilizando contratos a largo plazo y acuerdos de desestiba como garantía.
Por supuesto, no podemos luchar eficazmente contra el cambio climático a través de los gobiernos nacionales y el comercio solamente.
Las empresas y los productores también deben ser parte de la solución. Pero, tenemos que volvernos reales: no importa lo que hagan las compañías o los productores, ellos no pueden resolver este problema por sí mismos. Ningún grupo puede. La lucha contra el cambio climático no es solo un esfuerzo de arriba a abajo, impulsado por las Naciones Unidas. Es un desafío global que requiere que todos, desde presidentes hasta alcaldes, directores generales y ciudadanos, actuemos.
El comercio es una herramienta, una muy importante. Ha acercado nuestro mundo y lo ha hecho más próspero y pacífico. También puede proporcionar un marco unificador para que los gobiernos, las empresas, los productores y los consumidores trabajen juntos para superar los desafíos que tenemos por delante.